Comentario
El matrimonio era en Babilonia la base sobre la que se sustentaba la familia, siendo de hecho un vínculo jurídico suscrito entre dos familias a través de la unión legal de dos de sus miembros. De esta forma, los enlaces eran acordados cuando aún los contrayentes eran niños, considerando ambas familias que tal unión sería beneficiosa para sus intereses. Llegado a un acuerdo, la familia del novio debía entregar a la de la novia un presente simbolizando el compromiso alcanzado. Este acto era denominado terhatum.
Al alcanzar la edad adecuada para el enlace, la mujer podía pasar a vivir a casa de los padres de su futuro marido, donde se celebraba la boda. El enlace era una ocasión festiva y ceremonial de varios días de duración, que contaba con actos muy diversos. A veces los novios eran rociados con perfumes por sus cabezas, mientras recibían joyas. Después los familiares del novio entregaban regalos a la esposa y ofrecían viandas a los invitados. La familia de la novia estaba obligada a entregar una dote, para que la aportase a su futura familia.
El núcleo de la ceremonia matrimonial era la entrega de la mujer (khirtum, "primera esposa") a su marido (mutum). En ésta, el hombre cubría a la mujer con un velo que ella deberá llevar siempre, al tiempo que ha de pronunciar ante testigos: "Se tú mi esposa y yo seré tu esposo". La unión legal se formalizaba mediante un contrato oral o escrito, en el que se especifican las obligaciones y derechos de ambos cónyuges. El tipo de residencia del matrimonio podía ser patrilocal, matrilocal o bien neolocal.
Sometida al marido, los derechos de la mujer aumentan cuando tiene hijos, ya que entonces ya no puede ser repudiada, ni tiene la obligación de autorizar a su marido para unirse a otras esposas o concubinas. Si el marido fallece, es hecho prisionero en guerra o abandona el hogar, la ley considera que, para hacer frente a su sostenimiento y al de sus hijos, debe ser considerada como una heredera más y puede disponer de los bienes que le había regalado su marido. También le era permitido vivir en el domicilio conyugal, aunque no le estaba permitido enajenar bienes, pues se consideraba que el patrimonio era familiar. Si quería casarse de nuevo, lo que le estaba permitido, debería previamente hacer un inventario judicial de los bienes patrimoniales, para no causar perjuicio a los hijos del primer marido. Por el contrario, si era el hombre quien quedaba viudo, para él no existía requisito legal alguno.